ISSN- 2007-5758

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El pathos en la comunicación humanitaria. La campaña “Urgencia Darfur” *

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Michael Rinn**

 

Este artículo se centra en la especificidad pragmática de la campaña de comunicación “Urgencia Darfur”, misma que se orientó a detener el genocidio de la población no árabe de la región de Darfur que se inició con la guerra civil desencadenada en 2003. Aquí mostramos cómo “Urgencia Darfur” no sólo busca influir en la opinión pública sino que pretende, a su vez, incitar al mayor número de actores sociales a tomar sus propias iniciativas al respecto. El análisis de tres anuncios publicitarios de esta campaña publicados en los periódicos Le Monde y Le Figaro en octubre y diciembre de 2006 permite demostrar cómo y por qué el discurso de “Urgencia Darfur” recurre al campo argumentativo del pathos. Así, procuramos saber cómo la gestión de las emociones pretende hacer responsable a los receptores-ciudadanos ante la crisis humanitaria de Darfur. Por otro lado, examinamos los procedimientos discursivos de la presentación de sí destinada a poner de relieve las intenciones humanitarias del enunciador-publicista. Por fin, mostramos cómo el sitio internet www.urgencedarfour.info pretende canalizar las motivaciones morales, sociales e ideológicas de los internautas en la perspectiva de una acción colectiva orientada a detener el genocidio.

 

This article focuses on the specific pragmatics of “Darfur Emergency” communication campaign, which was aimed at stopping the genocide of non-Arab population of Darfur, which began with the civil war erupted in 2003. It is shown how “Darfur Emergency” not only seeks to influence public opinion but also intends to encourage as many social actors to take their own initiatives. Analysis of three campaign advertisements published in Le Monde and Le Figaro newspapers in October and December 2006 can demonstrate how and why the “Darfur Emergency” discourse resorted to argumentative field of pathos. Thus, we seek to know how emotions management intends hold accountable receptor-citizens before the humanitarian crisis in Darfur. On the other hand, we examine the discursive procedures of self-presentation designed to highlight the humanitarian intentions of the sender-publicist. Finally, we show how the www.urgencedarfour.info website aims to channel the moral motivations, ideologies of the internet in the context of collective action aimed at stopping the genocide.

 

 

A partir del año 2003 se enciende la guerra civil en el Darfur, una región situada al oeste de Sudán, provocando la muerte de franjas enteras de la población. Millones de personas desplazadas por este conflicto dependen hoy en día de la ayuda humanitaria. A pesar de los llamados insistentes de la comunidad internacional a favor de una resolución pacífica del conflicto, aún no se encuentra una salida a la crisis. Ante este balance abrumador, un colectivo francés de organizaciones no gubernamentales, Urgencia Darfur, desarrolló una persistente campaña de comunicación apoyada por la red de origen estadounidense “Globe for Darfur”. Esta campaña exige que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adopte una política de intervención en el conflicto para detener el genocidio. A partir del análisis de tres anuncios publicitarios publicados en los periódicos Le Monde y Le Figaro, este artículo pretende demostrar cómo el discurso de “Urgencia Darfur” no sólo pretende influir en la opinión pública, sino que busca al mismo tiempo imotivar a los diferentes actores sociales, a quienes se dirige a tomar por su parte otras iniciativas. Analizaremos la gestión de las emociones mediante el uso de una argumentación apoyada en el pathos (Rinn, 2008). Se trata de mostrar cómo este tipo de argumentación pretende hacer responsables a los receptores-ciudadanos ante la crisis de Darfur. Por otro lado, examinamos los procedimientos persuasivos de construcción de la imagen de sí destinados a exhibir las intenciones humanitarias del enunciador-publicista. En el plano moral y ético, el receptor no podrá sustraerse a esta responsabilidad cívica considerando la carga emocional del discurso. En fin, nos interesa saber cómo el sitio web [www.urgencedarfour.info] pretende canalizar las motivaciones morales, sociales o ideológicas de los internautas con vistas a una acción colectiva emprendida a nombre de Urgencia Darfur.

Nuestra reflexión sostiene la tesis siguiente: la campaña de comunicación emprendida por Urgencia Darfur pretende unificar a la opinión pública mediante una argumentación patética centrada en una relación de causa a efecto: la dramatización del sufrimiento de las víctimas inocentes pretende motivar a la comunidad internacional hacia una intervención militar en el conflicto. La especificidad de esta escenografía del sufrimiento consiste en focalizar particularmente la violación de masas enteras de la población sometida, un crimen condenado unánimemente. De modo que esta apelación a los valores éticos universales deja el campo libre a las solas emociones, lo que plantea el riesgo de impedir que los receptores se interrogen sobre las causas reales de la crisis en Darfur. Éstas son múltiples: antagonismos entre poblaciones sedentarias y nómadas, reparto de las tierras fértiles, movimientos migratorios, explotación de materias primas, intereses geopolíticos antagonistas (Prunier, 2005; Lavergne, 2005). Desde el punto de vista occidental, este conflicto apela a esquemas explicativos un tanto polémicos, ya sea en el plano ideológico como histórico, tales como el radicalismo islámico, la mentalidad de las etnias africanas, el antagonismo de las tribus locales o el choque entre civilizaciones. De este modo, la campaña “Urgencia Darfur” recurre al registro de las pasiones (Mathieu-Castellani, 2000), no tanto para paliar la flaqueza de una argumentación reductora, sino también para evitar las vertientes de una polémica a menudo estéril, típica del diálogo de sordos.

Nuestra tesis nos llevará a explorar tres interrogaciones: ¿se alimenta esta campaña de comunicación en el campo del pathos no sólo para emocionar al público sino también para manipularlo? Si concluimos de un modo afirmativo, esto significa que Urgencia Darfur mantiene una estrategia de propaganda que sería necesario evaluar respecto de sus postulados, los resultados ideológicos y/o humanitarios (Boltanski, 1993; Orbinski, 2010:343-397; Rinn, 2002:73). Tal como lo muestran los trabajos de Jacques Ellul (1990:13-103), la propaganda comparte diversos criterios definitorios con la argumentación publicitaria, entre los que están la influencia de la opinión pública con vistas a una acción colectiva, el conocimiento metódico de los grupos focalizados, y la concepción radical del trabajo persuasivo. La segunda cuestión, al contrario, analiza la aproximación argumentativa de Urgencia Darfur orientada a ofrecer al receptor las razones necesarias y suficientes para asegurar una elección deliberada: ¿la campaña se nutre en el campo del pathos para echar mano de lo que se puede llamar el pensamiento somático (Molinié, 2005:231-233), o la conciencia somática reflexiva (Shusterman, 2008:95)? En fin, si razonamos en el marco general del modelo aristotélico, hay que interrogarse sobre el principio de elección argumentado como necesario para propiciar una acción de ayuda humanitaria del receptor, un principio que es también el fundamento del funcionamiento democrático de nuestras sociedades (Rinn, 2002:49-90). En el marco pragmático del discurso de persuasión publicitaria, nos interrogamos sobre la especificidad del uso del pathos, de este modo: ¿desemboca necesariamente en la desconexión de las pruebas argumentativas del contexto discursivo tal como lo afirma la tradición filosófica? (Meyer, 1991:21-43). Según nuestra tesis, la cuestión en sí misma es saber si el empleo de las emociones debilita o, al contrario, refuerza los procedimientos de racionalización desarrollados por el receptor-interpretante. Con el fin de explorar estas cuestiones, nos proponemos, inicialmente, situar la campaña “Urgencia Darfur” en los contextos discursivos establecidos en los medios de comunicación occidentales.

 

Contextos discursivos

Se pueden reconocer tres razones principales que condujeron a la crisis que azotó la región del Darfur: según la enviada especial del periódico Le Monde, Catherine Simon (2007), la primera, que afectaba el conjunto de la banda territorial sudano-sahariana de la que forman parte también Mauritania y Mali, traducía las tensiones entre sedentarios y nómadas. Bajo el efecto conjugado de las sequías, del aumento de la población y de los rebaños, los nómadas de origen arabe-musulmán tienden a la vida sedentaria, apelando al derecho territorial moderno contra el sistema tradicional de la distribución de dars (tierras). Justamente, la reafirmación de estos derechos tradicionales es una exigencia de la mayoría de las poblaciones musulmanas que no son de origen árabe. El Darfur, literalmente “tierra de los Furs”, una de las grandes tribus no árabes de la provincia, experimenta un trastorno a la vez climático y demográfico. Entre las milicias de los grupos árabes que han sido privados de sus derechos tradicionales a las tierras, los Janjawids (“caballeros”), financiados y armados por el régimen de Jartum, son las más activas en la ocupación de tierras que pertenecen históricamente a la población no árabe.

Otra causa invocada por la periodista de Le Monde es aquella de un conflicto étnico y económico sostenido entre el poder central de Jartum y las diferentes regiones. La guerra del Darfur estalla a principios del 2003 cuando los grupos masalit, fur y zaghawa reunidas en el Ejército de Liberación de Sudán (ALS), se sublevaron contra la exclusión de los africanos negros de cepa en detrimento de los árabes blancos alógenos que se habían apoderado de la capital. El poder central lanzó enseguida vastas operaciones de represión, por medio de las milicias janjawids contra lo que estos últimos llaman zuruq (“negros”) o abid (“esclavos”).

Según Christophe Ayad del diario Libération (2007), la tercera razón que interviene como un factor agravante es el resultado de la guerra civil misma, que progresivamente borra las fronteras entre los beligerantes. La Corte Penal Internacional (CPI), que registró hasta la fecha 51 crímenes de guerra y contra la humanidad entre los que se encuentran la persecución, el homicidio, la tortura y violaciones cometidas en Darfur entre agosto de 2003 y marzo de 2004, recomendó en febrero de 2007 a la comunidad internacional la inculpación de dos altos responsables sudaneses. Sin embargo, las autoridades sudanesas, que han negado persistentemente toda legitimidad a la CPI, afirman haber interrogado y liberado por falta de pruebas al primero de ellos, mientras que el segundo fue detenido por las mismas autoridades el 29 de noviembre de 2006. Este último debió ser juzgado por un tribunal especial sudanés para el Darfur, un tribunal organizado por el régimen de Karthoum para oponerse al CPI. Desde entonces, como lo afirma Nathalie Nougayrède (2007) de Le Monde, es cada vez más difícil distinguir claramente las milicias jenjawids que actúan por cuenta de Karthoum y que son encuadradas por los oficiales del ejército regular de los grupos armados, a menudo simples bandidos que siembran el terror en toda la región.

En cuanto a la perspectiva geopolítica adoptada por Patrick de Saint-Exupéry (2007), periodista de Le Figaro, la guerra que sacude a la provincia del Darfur marca una evolución importante en las relaciones entre las grandes potencias. La relación de fuerza subyacente al conflicto ya no traduce el esquema tradicional del desequilibrio entre el Norte y el Sur del planeta, sino la nueva condición del siglo XXI: aquellas de las relaciones Sur-Sur. Más allá de los desafíos que asumieron los regímenes de Jartum, capital de Sudán, y de N’ Djamena, capital de Chad, los actores de primer plano son Pekín, Trípoli y la Liga árabe. Sobre este tablero político, Francia, que ha calificado la política de Jartum de “crimen contra la humanidad”, inicia la operación Epervier en el marco de los acuerdos bilaterales establecidos con el presidente del Chad Idriss Déby. Pero parece que ya no ejerece ninguna influencia en la región. En cuanto a Estados Unidos, que acusó al presidente sudanés Omar al-Bachir de cometer un “genocidio” en el Darfur a partir de 2003, se comprometieron firmemente en el plano internacional a alcanzar un arreglo negociado del conflicto, y a la vez se negaron a aportar los necesarios medios financieros y militares para alcanzarlo (Reeves, 2007). Dadas las dificultades que encontraron en Afganistán y en Iraq, se atrevieron a pedir, a inicios de 2007, el apoyo de China, aliada del régimen sudanés. Por otro lado, dado que Karthoum se había comprometido a apoyar la guerra contra el terrorismo lanzada por Estados Unidos, el conflicto en Darfur se convirtió en una trampa para la diplomacia americana. Por otra parte, China, que apoyó en un primer momento a Sudán, uno de sus principales proveedores de petróleo, fija hacia finales de 2006 una política de neutralidad, apoyando tanto a Karthoum como a N’ Djamena (Mével, 2007).

En fin, se puede constatar que los comentaristas occidentales proponen varias lecturas y perspectivas ante el conflicto.

La más importante es aquella que consiste en calificar o no a la crisis del Darfur como un “genocidio” (De Saint-Exupéry, 2007). Confrontada a una opinión pública sensible a las noticias alarmantes procedentes de África, la administración americana de George W. Bush empleó este término desde 2004, mientras que los gobiernos europeos prefieran siempre la noción de “crimen contra la humanidad”. Aunque los dirigentes sudaneses no manifestaron una voluntad deliberada de exterminar a las poblaciones negras de origen africano que viven en el Darfur, la noción de genocidio es empleada por los medios de comunicación debido a la naturaleza étnica y religiosa que creen reconocer en este conflicto (Daniel, 2007). La diferencia de apreciación de la crisis en el Darfur entre Estados Unidos y Europa recuerda la polémica sobre la política en torno a la memoria de la Shoah, e involucrando al mismo tiempo en este diferendo los crímenes perpetrados en Bosnia en la década de 1990 o aún más, el genocidio de los tutsi en Ruanda, en 1994. Reconocemos aquí un marco de lectura del conflicto en Darfur que propicia amalgamas y conclusiones tempranas.

Así, la tribuna abierta el 27 de marzo de 2007 en el periódico Libération a un colectivo de hombres de letras, entre los que se encontraban Umberto Eco, Günter Grass, Harold Pinter, y que se dirigió a los 27 dirigentes de los países miembros de la Unión Europea, traduce el malestar de los europeos frente a conflictos que recuerdan los crímenes nazis (Eco, 2007). Con el fin de no traicionar a la civilización europea culpable de haber “permitido Auschwitz”, y que habría “fracasado” más tarde ante Bosnia, la Unión Europea debería, según opinaron quienes suscribieron este llamado, ir al rescate de “otra civilización en África” amenazada de destrucción. La argumentación así formulada asume que la actual política europea puede expiar las calamidades del pasado perpetradas bajo la dominación del régimen nacional-socialista de 1933 a 1945.

Esta misma distorsión entre moral e Historia está planteada por Bernard-Henri Lévy (2007) en el testimonio que refiere su viaje a Darfur. El desamparo que encontró entre los combatientes del Ejército de Liberación de Sudán (SLA) que combate al régimen de Karthoum, le recuerda el abandono experimentado por los soldados bosnios en el momento del asedio en Sarajevo en la década de 1990. Ahora bien, la particularidad de la guerra en el Darfur es que no hubo asedios, ni grandes ciudades involucradas, y ni siquiera un frente de combate. La comparación entre ambos conflictos efectuada por Lévy revela un intento por crear un acontecimiento mediático más que un ejercicio periodístico orientado a relatar escrupulosamente la realidad del teatro de los acontecimientos. En fin, en un dossier dedicado a los supervivientes de las matanzas cometidos en la región, Sara Daniel (2007), periodista del Nouvel Observateur, hace una amalgama entre un pueblo sudanés devastado por las milicias janjawids y aquella abandonada a la venganza de la división SS Das Reich, el 10 de junio de 1944: el exterminio de todos los habitantes de un pueblo llamado Oradour-sur-Glane. En Francia, este pueblo martirizado se convirtió en el emblema de los años negros de la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. El procedimiento utilizado lleva deliberadamente al error a los lectores, porque la fuente pathique (patémica?) del término comparado (Oradour-sur-Glane) invade literalmente el blanco pathique (un pueblo sudanés anónimo), sin que el lector francés tenga la posibilidad de asociar la crisis en Darfur a su saber enciclopédico.

Los medios de comunicación también contribuyen a reforzar la tendencia que consiste en dividir a los actores involucrados en el conflicto de Darfur en buenos y malos. Así, el doctor Richard Rossin, antiguo secretario general de Médicos Sin Fronteras (MSF) y cofundador de Médicos del Mundo (MDM) (2007), a su regreso de una misión en la región, sostiene que los dirigentes del Movimiento de Liberación de Sudán (SLM) actúan a favor de un Sudán “unificado y democrático, liberal y laico”. La mención de estos conceptos occidentales le permite colocar este movimiento nacido de poblaciones africanas no árabes en oposición al régimen de Karthoum y de sus acólitos. R. Rossin califica a estos últimos de “islamistas” que buscan imponer su ideología “medieval” y “contraria a las libertades”. El Darfur se presenta así “como el último bastión musulmán de la marejada islámica de este a oeste”. Lo mismo ocurre con el testimonio que ofreció Bernard-Henri Lévy (2007). Los janjawids, milicias fieles al régimen central, son designados en su artículo ya sea como “jinetes árabes”, y otras como “jinetes del apocalipsis”, tendrían como encargo “la depuración étnica” de Darfur, mientras que los soldados del Ejército de Liberación de Sudán, contribuyen a la pacificación de los territorios conquistados preconizando un Islam moderado. Más allá del recurso al modelo arquetípico del combate entre los buenos y los malos, el razonamiento de Lévy traduce el miedo difuso del reforzamiento de la respuesta del mundo occidental, un miedo exacerbado por los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la guerra contra el terrorismo que les sucedieron.

 

La argumentación publicitaria mediante el pathos

Los contextos discursivos de la campaña “Urgencia Darfur” permiten analizar su funcionamiento persuasivo que la define como un acto publicitario. Los tres anuncios publicados en los diarios franceses Le Monde y Le Figaro, en octubre y diciembre de 2006, que incluimos a modo de ejemplo, responden a los imperativos pragmáticos de la ley de proximidad que rige el género publicitario (Adam y Bonhomme, 1998:23-27): ¿percibe el receptor el fin que el publicista quiere dar al mensaje?, ¿está en juego la credibilidad del publicista?, ¿corresponde el mensaje al público al que se dirige? Por otro lado, también reconocemos aspectos invariantes propios de la publicidad. Así, en el primer desplegado publicado el 13 de octubre de 2006 en el periódico Le Monde:

• El eslogan está compuesto de un gancho periodístico (“Una vez enterrados todos los cuerpos en Darfur, ¿cómo nos va a juzgar la Historia?”) y de una aserción (“Paren la matanza”).

• La imagen icónica (un paisaje semidesértico cuya línea mediana está ocupada por manchas blancas, con un personaje tomado de espalda, ataviado con un turbante y vestido de blanco).

• La parte textual (“Civiles inocentes han sido masacrados en Darfur. Usted puede poner fin a eso. 400 mil muertos. 2.5 millones de refugiados. Un número incalculable de personas violadas, torturadas y aterrorizadas. Hombres. Mujeres. Niños. Para poner fin al horror, es indispensable la inmediata intervención de una potente fuerza de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. Y esto exige un verdadero compromiso de los líderes mundiales”).

• Un logotipo en inglés de “Urgencia Darfur” (“Global Day For Darfur”). En fin, hay que señalar entre los invariantes la composición estructural polisemiótica que vincula lo verbal, lo icónico y la tipografía.

Este desplegado conduce por diferentes cálculos de inferencia a un trayecto interpretativo orientado. Así, el gancho atribuye un sentido específico a una imagen icónica, por definición polisémica: la mención del nombre propio “Darfur” permite situar la geografía de un paisaje árido, una lectura corroborada por el cliché etnocentrista al que se refiere la peculiar vestimenta del personaje colocado a la derecha de la imagen. El eslogan y el texto ofrecen una explicación en cuanto a la naturaleza de los montículos que ocupan un primer plano en la escena: se trata de las tumbas en las cuales se encuentran enterrados los cuerpos. La postura ligeramente encorvada del personaje, así como el gesto de la mano que se apoya sobre la espalda parece evocar la penosa tarea de un sepulturero. Sin embargo, la multiplicación de las conjeturas de sentido necesarias para ofrecer una interpretación pertinente de la imagen icónica no permite responder a la pregunta formulada en el enunciado gancho (“¿cómo nos juzgará la Historia?”).

Más allá del arcaísmo aparente del paisaje representado, la Historia permanece inalterable mientras que el receptor interpelado se pregunta en vano los actos fallidos y las omisiones de los cuales es responsable según la argumentación del texto.

Por otra parte, la interpretación de la parte textual no permite identificar claramente las manchas blancas que trazan la línea mediana de la imagen: ¿se trata de un pueblo (abandonado) o de un campo de refugiados?, ¿es un cementerio o son simplemente sábanas blancas que se secan al aire libre? En fin, la asociación del texto con la imagen no es suficiente para despejar el conjunto de incertidumbres: ¿cómo es posible que un lector-espectador se sienta culpable de la muerte de cientos de miles de personas en una provincia africana?, ¿cómo concebir una imagen que represente en parte el gigantesco osario donde están sepultados 400 mil cuerpos?, ¿las manchas blancas trazan la frontera del lugar donde 2.5 millones de personas habrían encontrado refugio?, ¿acaso la persona situada a la derecha de la imagen sería el único testigo ocular de esta catástrofe, ella misma víctima de violaciones, tortura y del terror generalizado? El componente epidíctico de este anuncio se presta a confusión entre el presente de la recepción de la imagen icónica que representa los estragos de la guerra y la puesta en escena del lugar común de la víctima que pide ayuda mediante el discurso humanitario. El lector mismo es incapaz de organizar por sí mismo una intervención militar en Darfur.

Los razonamientos propuestos pueden multiplicarse sin que intérprete llegue a otras conclusiones pertinentes. Esta constatación nos permite sustentar una nueva tesis: el carácter aleatorio de las conjeturas de sentido proviene de la interferencia conflictiva de los géneros retóricas que caracterizan a la comunicación pública contemporánea (Rinn, 2006:84). Tal como lo comprobamos, la parte textual se apoya en el género deliberativo que consiste, según la tradición aristotélica, en aconsejar al público de lectores a tomar una decisión en el corto plazo: “usted puede acabar con esa situación”. Si la finalidad del discurso traduce claramente una utilidad política (detener el martirio de la población civil), el lugar general del agente que se introduce queda vago. En efecto, el alocutario “Usted” que se funde con el lector no puede influir directamente en la resolución de la crisis, mientras que “los líderes mundiales” capaces de movilizar, según el texto, “una potente fuerza de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas” no forman parte de la red de interlocución.

Es justamente el choque entre los géneros deliberativo (la frase asertiva) y epidíctico (la fotografía) lo que pone al género judicial (el eslogan) en una posición preponderante. Desde un punto de vista teórico, el acto de habla del enunciador consiste en presentar una acusación o bien una autodefensa respecto de una mala acción del pasado. Este discurso tiene un propósito ético: distinguir lo justo de lo injusto, con el fin de conciliar el pasado con el presente en un marco tópico de lo real (o de lo irreal). Tomando en cuenta este dispositivo conceptual, podemos reconocer la función de pivote argumentativo que ocupa el eslogan publicitario presentado por la forma alocutoria e interrogativa: “Una vez que sean enterrados todos los cuerpos en Darfur, ¿cómo nos juzgará la Historia?”. El argumento adopta la forma de un pseudosilogismo (entimema) que formulamos de la manera siguiente:

Todos los hombres son juzgados por sus actos por la Historia.

Somos responsables de los muertos en Darfur.

Entonces la Historia nos condenará un crimen contra la humanidad.

El razonamiento deductivo se presta a confusión. Al articular el estereotipo discursivo del tribunal de la Historia que se apoya en el género judicial –pivote argumentativo del gancho– la frase establece la perspectiva temporal del futuro próximo (ir + infinitivo). No obstante, ningún tribunal puede pronunciarse sobre un pasado inacabado. En efecto, según el texto publicitario, no todos los cuerpos de las víctimas han sido aún enterrados en Darfur.

El segundo movimiento del razonamiento por entimema pone de relieve un sujeto alocutivo cuya identidad hay que esclarecer: ya sea que el “nosotros” remita a la suma de los lectores. Estos últimos se encuentran a la vez en el papel de un juez (que debería detener el genocidio) y de un acusado (llevado ante el tribunal de la Historia). O bien el sujeto está compuesto por el desplegado-firmantes de la campaña “Urgencia Darfur” y la suma de los lectores. El primero se adjudica el papel de juez en el tribunal de la Historia, mientras que el público lector se encuentra sobre el banquillo de los acusados. Lo que se presenta así como un procedimiento de racionalización discursiva conduce inevitablemente a un aporía en la que sólo es posible, como una salida pertinente, una recepción emocional.

Para concluir, podemos comprobar que el uso del pathos se hace tan palpable cuando el lector-espectador se encuentra arrojado a un estado verdadero de desamparo ante el número incalculable de crímenes en los cuales participaría con su pasividad. Según lo formula el enunciado-gancho, ha perdido el control sobre los acontecimientos y, del mismo modo que el emisor-publicista, está a la merced de la voluntad de las grandes potencias capaces de poner fin a la matanza en Darfur. Esta caída disfórica es susceptible de producir efectos perlocutorios contradictorios: ya sea que el receptor dé vuelta a la página de su periódico, probablemente con el sentimiento de estar asociado a pesar de sí mismo con el destino reservado a la población del Darfur; o bien, vaya a consultar el sitio web [www.globefordarfur.org] para informarse más sobre las posibilidades de aportar una contribución personal a la resolución del conflicto.

 

El imperio de las emociones

El segundo desplegado publicado el 14 de diciembre de 2006 en el periódico Le Figaro aporta algunas variantes notables en relación con el ejemplo precedente. Así, la relación de causa a efecto establecida por el gancho, formulan una imposibilidad moral: “Si usted aprueba la limpieza étnica en Darfur, entonces aparte enseguida su mirada”. ¿Qué receptor podría adherirse abiertamente a una ideología criminal que conduce a la deportación, incluso al exterminio de una población entera?, ¿una respuesta afirmativa parece tanto más improbable, ya que el lector puede sentirse interpelado directamente por el emisor, como le sugiere la tipografía de estilo “manuscrito” del eslogan. El imperio retórico del pathos se exhibe con toda claridad, procurando que el lector no tenga ninguna opción de sustraerse.

El estudio de la parte textual confirma el dominio de las emociones sobre los procedimientos argumentativos. La violencia del contraste entre las diferentes secuencias informativas y/o narrativas conduce a una dramatización emocional extrema del conjunto de la escena discursiva. El primer párrafo es ejemplar al respecto:

La violación y las agresiones son utilizadas diariamente como armas de guerra en el Darfur. Las violaciones y las agresiones sexuales a mujeres o a chicas, incluyendo a niñas de apenas ocho años, son muy frecuentes. Según el derecho internacional, cuando tales agresiones son sistemáticas, constituyen un crimen contra la humanidad.

Las frases de apertura y de cierre forman un argumento que se apoya en la afirmación de una realidad de hechos criminales establecidos y condenados por la justicia. Sobre el plano informativo, la frase mediana no aporta elementos nuevos. Pero el encadenamiento descendente de “mujeres, chicas, niñas”, víctimas de violaciones, crea una aguda tensión en este marco legal, suscitando un efecto de realidad del campo de los acontecimientos. Esta estrategia de dramatización mediante el contraste entre una descripción “neutra” de los hechos y la carga emocional del discurso caracteriza la totalidad del texto que sigue. De este modo, la secuencia da apertura al testimonio de una mujer víctima de abusos sexuales: “El Doctor Halima Basheer [...] vivió en directo lo que es sólo una ínfima parte del horror de la que son víctimas las poblaciones del Darfur”. Tal como lo afirma este sintagma, la voz atribuida al testigo no alcanza a restituir toda la panoplia de la crueldad de la guerra sino en una forma sumaria. No obstante, el lector sólo puede plantearse cómo se puede sobreponer al horror de la sesión de tortura infligido a este testigo:

Ellos [los milicianos] me golpearon salvajemente. Por la tarde, tres hombres me violaron. Los golpeé y les di patadas. Me ataron las manos; uno de ellos se sentó arriba; los dos otros me violaron hasta que ya no tuve más la energía para defenderme. Me cortaron con un cuchillo y con navajas de afeitar. Aplastaban sus cigarrillos sobre mi cuerpo. Al día siguiente, de nuevo; otros hombres. Torturas, violaciones, todos los días, torturas y violaciones.

Esta secuencia narrativa no le escatima al lector ningún detalle sobre la suerte reservada al testigo. Pretende desencadenar así un choque emocional que toma el riesgo de abrumar considerablemente al receptor, ya que este último está investido con el papel de depositario del testimonio. Tal como lo reclama el desplegado al final de la secuencia textual, de ahora en adelante no tiene otra opción que la de proclamar, a nombre de todos los lectores: ¡Ya Basta! Es así que este llamado a detener de inmediato los crímenes perpetrados en el Darfur se asemeja a una caída dramática. Colocado entre el testimonio de la mujer y una lista de peticiones dirigidas al gobierno francés encabezado por el primer ministro Dominique de Villepin, traduce más el desconcierto de un lector compulsivo abandonado a la buena voluntad de los políticos decididos a intervenir realmente en Darfur.

 

La fuerza de la persuasión patémica

El tercer desplegado de la campaña fue publicado en Le Monde el 15 de diciembre del 2006. Adoptando una estrategia retórica similar a los ejemplos precedentes, que consiste en colocar al lector-espectador ante sus responsabilidades de cara a un superviviente, el discurso se caracteriza por la fuerza ilocutoria implicada en la frase de apoyo: “Infórmese: Pase a la acción www.UrgenceDarfour.info”.

Ésta se despliega en tres movimientos. El primero en forma de una aserción, consiste en invitar al lector-espectador a apropiarse del saber necesario para la comprensión del mundo y de los acontecimientos evocados en la parte textual precedente, que describe la situación humanitaria dramática en Darfur. El pasaje del primero al segundo movimiento de la frase de apoyo está asegurado por el anunciante quien se ha propuesto asumir papeles diferentes, el de consejero y el del instructor. El segundo movimiento adopta así una perspectiva pragmática inversa: su propósito ilocutorio se orienta a transformar al lector-espectador en un actor social. De ahí que el uso de la fuerza ilocutoria por parte del emisor-publicista pone en juego su propio papel en el seno de la sociedad, porque esta habilidad se traduce en acto sólo cuando logra poner en marcha una voluntad de transformación. El último movimiento se presenta en la forma de una dirección en internet que retoma a la vez el nombre y el programa del difusor.

Se puede entender esta apelación a la consulta del sitio como acto veridictivo en el sentido de J.L. Austin (1992:151). Al respecto, podemos formular la glosa siguiente: cuando declarar la urgencia en Darfur, es hacer que la guerra llegue a su fin.

Nos podemos percatar de la importancia de las condiciones de éxito a las cuales está sometido este discurso de persuasión. En términos de retórica, la frase de apoyo marca los límites del pathos, que al no poder desplegar su influencia más allá del olvido se tiene que apoyar en un ethos establecido, institucionalizado, habilitado para hablar a nombre de la razón social. Tal es precisamente el papel del sitio en internet en el dispositivo argumentativo de los anuncios que analizamos. Además de una plataforma informativa y educativa que difunde las noticias relativas a la guerra, los posicionamientos de la comunidad internacional y que ofrece un acceso a las fuentes documentales necesarias para una mejor comprensión del conflicto, el sitio pretende darse una legitimidad institucional haciendo público el nombre de los miembros del comité directivo del colectivo, las centenas de personalidades que sostienen su acción, así como unas 120 asociaciones francesas signatarias que suscriben el llamado del colectivo Urgencia Darfur.

Para concluir, podemos comprobar que el análisis pragmático del discurso humanitario Urgencia Darfur nos lleva a responder favorablemente a la segunda cuestión de nuestra tesis: el uso de las emociones destinado a influir en la elección del receptor de adherirse o no al curso de acción propuesto por el desplegado descansa más en el registro de una opción argumentada que en el de una manipulación propagandista. Sin embargo, esta lectura debe ser matizada. El ejemplo del primer anuncio muestra que si el pathos retoma el género judicial, el receptor corre el riesgo de experimentar un fuerte sentimiento de culpa. Confrontado con la letanía del gran número de víctimas en Darfur, no puede ignorar este desplegado sino al precio de cometer una falta moral. Para evitarlo, se ve forzado a consultar el sitio Urgencia Darfur, acto que responde sin duda a la finalidad persuasiva e incluso coercitiva del desplegado. Lo mismo ocurre en el segundo caso que analizamos. El género epidíctico que forja la imagen prototípica de la víctima violada lleva la dramatización emocional aún más lejos. Es así que el receptor se ve privado de sus facultades de juicio crítico. Ahora bien, como lo indica el último ejemplo, el uso del pathos contiene también una fuerte carga deliberativa, ya que el desplegado pretende primero transformar al receptor –definido por las modalidades del ser (querer y deber actuar contra el genocidio)– en un actor social cuyas modalidades del hacer se caracterizan por el saber y el poder influir en el conflicto.

También hay que revisar el uso del pathos en el discurso sobre la violación: presentado por “Urgencia Darfur” como una verdadera arma de destrucción utilizada sistemáticamente en contra de las población civil del Darfur, la violación reviste las características de un tipo ideal de lo que Marc Angenot (1982:359) ha llamado un pathos agresivo: contrariamente a los diferentes factores sociales, religiosos, económicos y militares que se refieren a las pecu-liaridades del teatro de los acontecimientos y en torno a las cuales hemos descrito las complejidades geopolíticas, regionales y mediáticas a partir de los discursos de los medios de comunicación, la violación no se argumenta de manera lógico-discursiva. Universalmente condenado, requiere sin embargo de un pensamiento somático altamente elaborado en el plano comunicativo debido a la comunión emocional entre los interlocutores comprometidos en el acto de discurso y en el plano de los valores éticos y morales que administran las reglas de la vida en sociedad.

La escenografía patémica de la campaña “Urgencia Darfur” se basa en un concepto transcultural de una conciencia ética experimentada cuyo alcance habría que calibrar teóricamente en el marco del análisis del discurso. Si bien esta estrategia retórica resulta problemática debido al dominio de las emociones en el campo lógico-discursivo, no lo es menos en el campo del discurso argumentado.

 

 

 

Notas

* Traducción del francés: Ramón Alvarado.

** Universidad de Bretaña Occidental, Francia [ Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla ].

 

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Sitios web consultados

Colletif Urgence Darfour [www.urgencedarfour.info], fecha de consulta: 25 de mayo de 2009.

 

Cómo citar este artículo

RINN, MICHAEL; "El pathos en la comunicación humanitaria. La campaña ‘Urgencia Darfur’ ". Revista Versión [en línea]. Junio 2011, No. 26. [Fecha de consulta] disponible en: http://version.xoc.uam.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=20&Itemid=9 ISSN 0188-8242

 

 

Recibido en febrero de 2010

Aprobado en junio de 2009

 

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