ISSN- 2007-5758

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Las razones de las emociones*

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Silvia Gutiérrez Vidrio**



Durante los últimos quince años, la emoción se ha erigido cada vez más, para varios teóricos de la argumentación, como un objeto legítimo de investigación; entre dichos teóricos sobresale Christian Plantin por el trabajo pionero que ha realizado sobre el tema. El libro Les bonnes raisons des émotions. Principes et méthode pour l’étude du discours émotionné representa la culminación de una serie de investigaciones que Plantin, investigador del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y de la Universidad de Lyon II, ha desarrollado en torno al tema de las emociones. La obra de Plantin puede ser considerada como un trabajo fundador en el campo de estudios de la emoción desde la perspectiva de la argumentación. Una de las características centrales de los diferentes escritos de Plantin acerca de las emociones es que ha resaltado “la inseparabilidad de la razón y la emoción” en un modelo descriptivo de la argumentación basado en las nociones de interacción y desacuerdo entre oradores.

Como el propio autor señala, esta obra tiene como origen una insatisfacción teórica: las situaciones argumentativas están profundamente marcadas por la emoción, pero las teorías contemporáneas de la argumentación o no ponen atención a este hecho o proponen un tratamiento muy somero y rápido. Es precisamente ese vacío en torno al tratamiento de las emociones en el campo de la argumentación lo que Plantin trata de colmar en los diferentes capítulos que conforman este libro.

La obra está organizada en dos partes, la primera corresponde a los planteamientos teóricos en torno a la argumentación y la emoción; la segunda está compuesta por siete estudios en los que se ponen en práctica los planteamientos teórico-metodólogicos expuestos a lo largo de los primeros capítulos. Estas dos partes están articuladas por una “transición” en la que son recapituladas las tesis esenciales defendidas en la obra.

La primera parte del libro está conformada por ocho capítulos. En el primero, denominado “Los términos afines: afecto, emoción, vivencia, humor, pasión, pathos, sentimiento”, el autor presenta las diferentes definiciones de cada una de estas nociones y señala su filiación histórica: “cada uno de estos términos reenvía a una época, a un campo, a una historia. Sus componentes semánticos tienen pesos diferentes y cada uno de ellos pertenece a una familia lexical estructurada de manera muy específica”. Este recorrido por los diferentes términos le permite al autor justificar porqué prefiere hablar de las emociones.

El segundo capítulo se denomina “La retórica del pathos: la prueba por la emoción”, donde se aborda el estatuto de la emoción como “medio de prueba”, un instrumento esencial de la persuasión en la antigua retórica. El autor rescata el concepto de pathos de la retórica que funda el primer tratamiento sistemático de la emoción en el discurso. También señala el tratamiento que éste ha tenido; por una parte, en la tradición de la Retórica aristotélica, el pathos está constituido por un conjunto de pares de emociones opuestas. Esta estructuración inscribe de modo decisivo el análisis de las emociones retóricas en una estructura discurso/contradiscurso: si uno enfurece, el otro se calma; si uno apela a la indignación, el otro apela a la piedad. Por otra parte, la tradición latina propone listas de emociones retóricas que se pueden acercar a las pasiones elementales o complejas de los filósofos, como a las emociones primarias de los psicólogos.

El capítulo 3 está dedicado al tema del ethos, “Retórica del ethos”: “¡tenga confianza!”. La retórica antigua, señala Plantin, utiliza el término de ethos para dar cuenta del tratamiento de la persona como recurso argumentativo; la persona es producida en el marco de un punto controvertido, en oposición a otra persona que sostiene otras conclusiones y que, con no menos convicción, también se pone en la balanza. En la tradición clásica, el ethos (la persona) se opone al pathos (emoción). Sin embargo, los retóricos latinos vincularon ambos campos, mostrando que construyendo su ethos, el orador procede al arreglo del estado de fondo de su voz, de la tonalidad psicológica de base sobre la cual construye particularmente la famosa confianza que lo acreditará frente a su auditorio. Como argumenta el autor en el estudio del pathos, es fundamental considerar también el ethos ya que desde el punto de vista de la estructuración de los afectos, el ethos corresponde a la línea de anclaje tímico1 (humor) de las perturbaciones fásicas2 (emociones), características del pathos. Para el autor, la concepción de la persona como categoría estilística (Hermogène) es decisiva, porque propone un método que permite entrar en detalle a las técnicas lingüísticas de construcción de las emociones y las personas del discurso.

En el capítulo 4, “Teoría de la argumentación: ¿probar sin emocionarse?”, se aborda la discusión acerca de la oposición entre razón y emoción. El autor inicia el capítulo señalando que este par de términos –siguiendo a Perelman y Olbrechts-Tyteca– podría considerarse como un “par filosófico”, es constitutivo de nuestros modos de pensar y de hablar; no podemos hablar de la emoción sin hablar de la razón, ya que estos dos conceptos antagonistas están vinculados. Para Plantin, la obra de Perelman y Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación, refundó la teoría de la argumentación –a mediados del último siglo– por medio de una estrategia de disociación: el campo de la argumentación es construido, por una parte, en oposición a “la lógica”, tomada como prototipo de la actividad demostrativa y, por otra, separado de las emociones, representadas en la teoría por los valores; lo que situaba a la práctica argumentativa como una actividad de intervalo, donde un sujeto que aspira a lo razonable habla y prueba sin demostrar y sin emocionarse. Sin embargo, para Plantin este doble corte no es necesario ya que la actividad científica probatoria no es el cincel que la argumentación necesitaría para existir y, en el discurso, lo razonable podría ser visto también como racional, capaz de tomar en consideración la emoción. Además de desarrollar estos planteamientos, el autor hace un recorrido por los distintos enfoques que han abordado la argumentación; hace un repaso por aquellas obras centrales en la nueva concepción de la argumentación, específicamente el trabajo de Perelman y Olbrech Tyteca, Tratado de la argumentación, y el de Stephen Toulmin, The Uses of Argument. También aborda la diferencia entre la demostración y la argumentación y muestra porqué dentro de la argumentación se ubica la emoción.

En el capítulo 5, “Teoría de las falacias: ¿una argumentación sin sujeto ni afecto?”, Plantin señala que en la ruptura entre retórica (argumentativa) y teoría de la argumentación se ubica el tema de la persona y de las emociones. La teoría llamada “estándar” de la argumentación crítica introduce la noción de sofisma de emoción, o de falacia ad passiones que hace de las emociones el principal contaminante del discurso. Tal como lo señala Plantin, la teoría de las falacias es la única teoría de la argumentación que realmente se ocupa de las emociones, pero lo hace para eliminarlas; como si el discurso argumentativo, para ser admisible, debiera primero deshacerse de sus actores. Al respecto, el autor argumenta que, tomada al pie de la letra, esta exigencia normativa asumiría como discurso argumentativo ideal un discurso no-emotivo, es decir, un modo de expresión casi-patológico que no puede ser propuesto como modelo para la argumentación ordinaria.

En el capítulo 6, “Teoría de las falacias o antropología moral del discurso”, el investigador ve la necesitad de situar el tratamiento de las falacias emotivas en su marco histórico que, a su parecer, se ubica más en el de la antropología moral que en el de la lógica. Como expone Plantin, la exclusión, o por lo menos la desconfianza frente a las emociones, es retomada de una tradición filosófica de crítica moral del discurso, que recibió una expresión ejemplar en la Lógica de Port-Royal, específicamente en el capítulo dedicado a los “sofismas de amor propio, de interés y de pasión”. Como señala el autor, desde el punto de vista del raciocinio individual, toda discusión sobre la naturaleza y las formas de las falacias de emoción presupone una teoría de la articulación de la razón a las emociones y, además, una teoría del espíritu y de su funcionamiento, que raramente es aclarada. Es por eso que para el autor algunas de las páginas que J.S. Mill3 dedica a esta cuestión son particularmente valiosas.

“La emoción: antes, durante y después” es el título del capítulo 7, en el que Plantin señala que la capacidad de expresar emociones es una condición de ejercicio de la argumentación, pero el estudio de las emociones en la palabra argumentativa no se puede disociar de su estudio de la palabra en general. Para hablar del antes, durante y después de la emoción retoma dos enfoques de la emoción: por una parte, el modelo psicológico “Estímulo ª Respuesta”, por otra, las diferentes listas de emociones básicas.

Para Plantin, los recursos de la literatura son raramente tomados en cuenta en la investigación acerca de los modelos de la emoción. El saber y las prácticas de las emociones, los humores, las pasiones vividas a través de la literatura, la pintura o la música, se prestan en efecto a reducir las emociones a una enumeración de emociones básicas o a una esquematización estímulo-respuesta. Sin embargo, la literatura, en sentido amplio, incluyendo los grandes relatos colectivizados, ofrece una vía de definición de la expresión y del comportamiento emocional por medio de los modelos y la imitación. Estos grandes modelos constituyen estereotipos pictóricos y de comportamiento que podrían ser tomados como base sistemática de una definición de lo que son las emociones en una cultura. Aunque el autor señala que no desarrolla ese enfoque sí trata de conservar su exigencia esencial: tener en cuenta una visión global del escenario emocional que abarca la situación emocional y sus desarrollos.

El objetivo del capítulo 8, “Significar la emoción: ensayo de modelización”, es proponer un modelo que permita reconstruir el desarrollo de las emociones por medio de la palabra. Para eso el autor primero aclara lo que entiende por modelo: un instrumento de integración que sirve para desenredar un voluminoso corpus de datos, aparentemente caótico, y para su ulterior reconstrucción ordenada en un plano teórico. Además presenta los instrumentos y los conceptos necesarios para el análisis de la construcción discursiva de las emociones; para ello, primeramente retoma la distinción a la vez indispensable y problemática entre comunicación emotiva y comunicación emocional. Luego presenta la noción de enunciado de emoción, que une a un estímulo, fuente de la emoción, a un término de emoción o de sentimiento y un lugar psicológico. Cuando el enunciado de emoción es explícito, la emoción es designada. La expresión indirecta de las emociones (emoción implicada) puede ser reconstruida a partir de indicios emocionales obtenidos del formateado lingüístico de la situación fuente, o a partir del estado del lugar psicológico. En ambos casos se debe tener en cuenta la persona que atribuye la emoción, ya sea que la emoción sea auto-atribuida (fijada en primera persona) o hetero-atribuida (ligada a otro).

En el capítulo 9, “Producir la emoción: la dramatización de la palabra”, a diferencia del capítulo anterior –en el que presenta los instrumentos que permiten reconstruir emociones, por enunciación directa o por la reconstrucción de indicios–, este capítulo se sitúa del lado de la producción. Se trata de precisar los principios generales que, en un discurso, organizan la construcción de la emoción. Esta tarea investigativa se apoya en reglas derivadas de la retórica antigua y clásica, así como en propuestas hechas en el campo del análisis del discurso, la pragmática y la psicología; el conjunto más completo de reglas parece corresponder al que Scherer4 propuso para el análisis del componente cognitivo de las emociones.

En la segunda parte se incluyen siete diferentes estudios en los que se muestra la aplicación del modelo propuesto. Los tres primeros toman por objeto los textos escritos, en el formato clásico: carta del lector, artículo periodístico, versión escrita de un pronunciamiento militante. El objeto del quinto tiene que ver con un género menos común, una carta que apela al boicot de un restaurante. El cuarto y el sexto son aplicaciones del modelo al análisis de interacciones verbales auténticas.

Brevemente señalamos el contenido de cada uno de estos estudios. El primero, Maldecir al gobierno: la rabia impotente, propone un caso prototípico de construcción coordinada desde el punto de vista de una emoción. El segundo, Un escalofrío ligero de miedo, aborda la construcción metódica de una emoción ligera y ordinaria, con una diferencia ligera que deja ver que la emoción es una elección. El tercer estudio, De la apatía al orgullo: una argumentación de los sentimientos políticos, permite explotar la noción de trayecto emocional. El cuarto, Las razones de la cólera, analiza un extracto de interacción auténtica, donde la cólera es simultáneamente fijada y justificada. El quinto, Hacer pública su emoción - e irse sin pagar, toma por objeto un llamado al boicot de un restaurante, y permite observar cómo lo que aparece primero como una representación de la emoción evoluciona para transformarse en un modo de gestión de la emoción. El sexto, Oye, tenía una grapa - copilotar las emociones, profundiza sobre una serie de interacciones, una forma de cooperación emocional que asegura la resolución triunfante de una situación que es, sin embargo, traumatizante. El séptimo, México 2006: la campaña del miedo se refiere en un spot difundido durante la campaña electoral presidencial de 2006 en México. Así como en los casos precedentes, el análisis se refiere en la dimensión argumentativa-emocional; la naturaleza de los datos permite integrar las dimensiones sonoras y visuales.

Les bonnes raisons des émotions. Principes et méthode pour l’étude du discours émotionné constituye un aporte fundamental para los estudios acerca de la construcción discursiva de la emoción. En él se presenta un panorama completo de la problemática del estudio de las emociones. Esta obra será una referencia obligada en el campo, dado que no sólo presenta los principales antecedentes de los estudios de la emoción sino también incluye una reflexión crítica sobre dichos antecedentes. Propone un modelo de análisis y ejemplifica de manera puntual todos los aspectos relevantes que implica el análisis de la construcción discursiva de la emoción.

 

 

Notas

* Reseña del libro de Christian Plantin, Les bonnes raisons des émotions. Principes et méthode pour l’étude du discours émotionné, Peter Lang, Nueva York, Berna, Berlín, Bruselas, Frankfort, Oxford, Viena, 2011.

** Profesora investigadora del Departamento de Educación y Comunicación, UAM-Xochimilco.

1 En el marco general de la vida psíquica, lo tímico se ubica en el orden de la permanencia, del estado. Es el fondo, la base psicológica, la tonalidad psíquica de base de la persona en su cultura.

2 Lo fásico se ubica en el orden del acontecimiento, de la perturbación, de lo que sobresale en la vida psíquica. La emoción es fásica.

3 J.S. Mill (1843/1988), Système de logique déductive et inductive. Exposé des principes de la preuve et des méthodes de recherche scientifique. Traduit sur la 6e édition anglaise par Louis Peisse. Paris, Libraire Philosophique de Ladrange, 1866. Reproduction P. Mardaga, Liège, préface de M. Dominicy.

4 K.R. Scherer (1984), “Les émotions: Fonctions et composantes”, Cahiers de psychologie cognitive, 4, pp. 9-39. Repris in B. Rimé, K. Scherer (eds.), 1993, pp. 97-133.

 

Cómo citar este artículo

GUTIÉRREZ VIDRIO, SILVIA; "Las razones de las emociones". Revista Versión [en línea]. Junio 2011, No. 26. [Fecha de consulta] disponible en: http://version.xoc.uam.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=31&Itemid=9 ISSN 0188-8242


 

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