Revista Versión. Estudios de comunicación y política - Estudios de comunicación, política y cultura

Por Pilar Rodríguez Aranda

En el 2011 escuché en la radio una entrevista con un poeta colombiano que captó mi atención. No era la primera vez que oía el término “literaturas expandidas”, pero sí la primera vez que percibía una sincera claridad sobre el término y una propuesta por la que sentí una afinidad inmediata. Como buena navegante lo primero que hice fue “googlear” al poeta. Me encontré con un escritor, también colombiano, del mismo nombre, pero ya fallecido. Fue por eso que, cuando por fin logro hacerle una entrevista por skype a Andrés Caicedo, en agosto del 2012, lo primero que le pregunto es su relación con ese otro Andrés.

AC: Llegan a mí por él, y a él por mí. Por eso me tuve que poner Andrés Kaicedo, con K para diferenciar el asunto. Andrés Caicedo ha influenciado la literatura colombiana en los últimos veinte años. En Antioquia existe un grupo de teatro llamado Mata Candelas, que ha popularizado bastante las obras de Andrés Caicedo. Su novela “¡Que viva la música!” es una de las mejores novelas urbanas. Era un melómano de la salsa del valle del Cauca, y cinéfilo, tenía una revista que se llamaba Ojo al Cine y hacía críticas muy buenas, era seguidor de la literatura de Lovecraft, pero tenía una filosofía de que todo hombre que no hubiera hecho una obra importante para los 25 años no merecía seguir viviendo. A Caicedo le tocó vivir la época del “hipismo”, de la droga, los ácidos, la mariguana, la cocaína, y con todo esto construyó un mundo y un universo caicediano, que hasta ahora influencia a la juventud; es uno de los literatos que, digamos, comprende ese mundo adolescente de los quince a los veinticinco, treinta años. Ese es el Andrés Caicedo Estela.

 

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