Julio César Toledo
Esto no es un verso endecasílabo,
ni yo soy solamente un solitario enloquecido.
Me gusta hablar de ti cuando no estás
porque es pegarle en su verdor a la palabras,
obligarlas a existir,
pararlas sobre un filo inescrutable.
También porque la tarde se anochece en tus vocales
y no existe pezón que distraiga pupilas de la aurora.
Me gusta que no estés y hablar de ti
pues el lenguaje no alcanza a desnudarte
pero alista mis yemas asonantes
y todo pone a arder en suspensivos…
El eco no es tu nombre mas te llama,
dibuja entre silencios tu presencia;
tal vez es una cama
poblada de adoquines
macera un luto endeble para el sudor de tu sexo.
Tú no estás
yo te llamo
solazándome en el juego de inventar.
Me gusta que en los pétalos marchitos
la huella de la flor refiera el tiempo
o en las blancas paredes de esta nada
tu aroma todavía crispe mis poros.
En esta enfermedad de hablarte a solas
se excita el corazón
y la memoria
relincha como yegua embravecida;
entonces el idioma se quebranta:
repica en sus fronteras veleidosas.
Supuestos de limo y tentaciones
mezclaron en mi pecho propiedades
haciendo de mi piel el osco barro
en donde bullen lascivos tus vapores.
(Me gusta hablar de ti cuando te has ido
porque cada adjetivo es un dardo que inflama las pupilas,
y los muebles atentos me escuchan dibujarte.
Yo miro cómo la envidia los araña,
como torna sus forros amarillos
volviendo girones sus tapices, estallando
cuando, al final de mi relato,
digo pausadamente y con acento grave tu nombre)
Me gustas
sí,
lo admito,
aunque el ácido del páncreas festeje con tu ausencia
o las musas armen bronca entre sí para evitarme.
El sueño de los ciegos lacera mi epidermis
e incluso a veces
termino por gritar que vuelvas pronto, imploro a diez mil dioses
que vengas hacia mí.
Me gustas
tanto
como hablar de ti en tu ausencia:
la voz se almidona al pronunciarte
y crecen larvas en mi estúpida memoria.
Todo el tiempo de la historia es un instante
en donde apenas quieto el corazón te está buscando.
Anuda sus aterías, se auto inmola
tocando en el silencio tus caricias
y vuelve hasta su arritmia en sobresalto
cuando mira el hueco de tu cuerpo entre la luz.
A mitad del dolor que es no tenerte
me gusta creer que no te has ido
pues tus labios
ausentes de mi boca
hacen el beso inexistente que soñé.
Juramentos sin vértice engalanan
esa brecha entre mi tacto y tu fantasma.
Hablar de ti, cuando no estás,
es un místico trocado de campanas,
balido de cordero devorado,
profeta que impreca clavado ya en su cruz.
Las nubes
desgajándose en centellas
arremeten contra el sol profanos grises
mientras corre la tarde temblorina
y cede espacio a los trinos de ciudad.
Las músicas de radio y compact disc
enloquecen y se vuelven sinfonolas
que repiten tu nombre en mis oídos,
piqueteando en sus ritmos mi pulmón.
Y sin embargo yo insisto el soliloquio.
Derramo algo de ti sobre el aburrimiento
y
aunque chispas de luz pulen mi lengua
nada que yo diga
que digan/ que digamos
calma mi espantosa sed.
La danza
-en tu ombligo-
de mis dedos
abre altiva las puertas del infierno en que arderé.
Razón y juventud me dan la espalda
y el mar, cretino acompañante de tus trotes,
no deja –el muy infame– de cantar.
El instinto me suena enlobecido
labrando, campo abierto, fantasías:
morder canibalísimo tu pelvis.
En cambio,
cachorrito de ciudad
sólo
le hinco el diente a un pollo mal asado.
Me gusta hablar de ti
y pienso ahora
que siempre que estoy solo estás conmigo
hecha estela de trazos descompuestos,
maldiciones de ausencia y soledad.
Cuando no estás hablo de ti,
no sé evitarlo.
Digo en voz baja –imaginándote presente–:
no es este otro verso endecasílabo,
es un ato de estúpidos clichés.
Si adviertes que suenan como añicos,
como escritos a solas en mi sucia habitación,
sabrás que son de fiebre
y tienen sangre de tos en sus acentos .
Me
gusta
hablar
de ti
porque me alivio,
porque me olvido de todo lo que duele en lo que soy.
_________________________________________________
Julio César Toledo (Chicontepec, Veracruz 1977) Maestro en Literatura por la Universidad de Arhus, Dinamarca. Es egresado de la Escuela Dinámica de Escritores. Obtuvo el premio nacional de poesía “el búho”; el premio nacional de dramaturgia joven UDEM, la beca de la “Latin american artist foundation” en Nueva York y fue finalista del premio internacional de poesía joven LAGARUA 2007. Tiene publicados los poemarios Del silencio (FRAF 2003) y Quicio (FETA 2008) así como Suplencias para el nombre del padre (Coneculta2008) con el que obtuvo el premio Rodulfo Figueroa; y la obra de teatro Hombre, mujer y perro (Anónimo Drama 2004). Es co-autor de Owen, con una voz distinta en cada puerto (FETA 2005). Dirige y conduce el programa literario Radiografías, transmitido por La capitalina (GDF).