ISSN- 2007-5758

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Poemas inéditos del poemario Paisaje Blanco

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Entre los pinos resplandecen nuestras sombras

mi esperanza abriga un animal muerto

y la confusión de tu rostro surge entre la niebla del bosque

por donde corro sin toparme con el vacío


Allí estás de pie con tu traje de alba

entre espinas de cactus

que flotan en el paisaje

donde la ebriedad se vuelve una hermana bellísima


Adoradores de Quetzalcóatl y Kukulkán

mis amigos elevan cantos que llegan hasta la ciudad

y permanecen de pie

mientras tú fragmentas las montañas


Del centro y del sur llegamos

sin embargo es en el norte

donde se encuentran nuestras aguas

para arrancar un soplo de arena a cada piedra


Entre los pinos resplandecen nuestras sombras

y debajo de las piedras el amor


Postal de Navidad

Siento las voces acomodadas en mi vacío

la ramificación de las cosas que se bifurcan

entre la pared de la casa de al lado

y la sala sin sentido oriental de la mía

cuando el timbre suena y una tempestad llega

para acurrucarse entre los conceptos que desatiendo


De la mañana el olfato no distingue

la porción de carne sobre la estufa

que reposa quemándose y se dirige

hacia los reinos del carbono


Mientras

las palabras intentan desarmar algo que traigo en el cerebro

algo que vive conmigo y me despierta en medio de la noche

con una luz brutal golpeando mi nuca

para dejar de nuevo en el vientre del sueño

lo que a veces olvido


Las viejas cintas              los aromas ilusorios de un refugio

todo de pronto está más cerca del desastre

la boca ya no es boca y no pronuncia fuego

y la tarde

del cuerpo de la noche roba un vestido

para que el día 13 de diciembre

tampoco puedan las estrellas suicidarse en masa

y caer hechas polvo sobre nuestra ciudad sin lluvia


A veces grazna un cuervo de los más lúcidos

y extiende sus alas

allí lo veo           cerca de donde arrancaron una casa

hasta los cimientos

la última casa de una hilera de historias más antiguas

que estas piedras


Así pasan las cosas donde parece que nada sucede

un perro me habla pero no lo entiendo

no me he conectado otra vez con mi lado animal

precisamente desde que dije que soy un lobo


Las palabras rondan

en el viejo jardín de los cadáveres de rosas

esos pequeños fiambres traidores

que se fueron a esconder

en el cuerpo encorvado del invierno


La inspiración encontrada en una fiesta

Otra vez el alcohol

un bourbon que arde en las costillas de la mañana

pero entre mis piernas nada es efímero

ni frívolo


Un recorrido de noches

nada nimio en verdad

flechas de incandescencia

y la luz puliéndose bajo las alas


A veces creo que eres tú

detrás de mí

susurrando

como una lámpara que esparce los sueños

en el día de la creación



El recuerdo de la noche

se mece en un sillón

y sacude el polvo luminoso en la profundidad de la sala


Sonríe

y luego viene su risa

que suena como un tren que está por salir de una estación oxidada


Para esclarecerlo

existen fórmulas precisas

excepto mi cuerpo en ascuas cuando permanezco debajo las sábanas


 

Un film

Un hombre bajo los ventiladores del metro de Budapest

queda enrejado entre luces sostenidas por alambres


Horas largas

cada una arrastra un vagón de más

un carro viejo envuelto en óxido

cada hora vuelve después de la medianoche

con otro carro destartalado


La soledad tiene nombre

es otro pasajero en los trenes

los rieles en el piso del túnel son dos hilos

que jalan de las marionetas

y una veintena de fantasmas boquean

para no quebrarse en el aire


¿Qué haces entre las horas perdidas

entre los días inhábiles?

¿Qué haces con los vagones que van a reparación

con las sombras que se alejan detrás de ti?



El petirrojo

Un cuadro de formas se quema

donde no está tu voz

no está en las olas

ni dentro de una jaula

ni bajo lo menguante

o en los recorridos

por las ruinas de la historia

en el breve apetito del petirrojo


Un cuadro de formas que arden

está en mí

en la cal de mi piel

donde el sonido se hace luz

y ya nada es imaginario


Dulce petirrojo

llevaste a quebrar tu corazón

en el limbo que inventaste

para lloverme puro desconsuelo

para saber quién era yo

y encontrarme bajo el lomo

de un árbol moribundo


Me diste las plumas

las palabras que habitan

una rama seca

para hacerme arder cada mediodía

y por siempre encontrar

el punto donde el sol

nos dibuja a los dos

como una misma sombra


 


Jeanne Karen (San Luis Potosí, S.L.P., México, 14 de mayo de 1975) poeta, editora, activista cultural y tallerista. Tiene cinco libros publicados: Canto de una mujer en tierra, Cuaderno de Ariadna, La luna en un tatuaje, El club de la tortura, Hollywood y algunas antologías. Su obra ha sido difundida a través de varios medios impresos y electrónicos en México y en otros países. Una escuela de nivel básico lleva su nombre. Y para el futuro, el presente.

 

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